domingo, 25 de mayo de 2014

Un demonio con 33 agujas en el pecho



Nos escribe la Loba del adiós, porque sabe instintivamente que llegó el momento de la retirada…porque conoce su obligación de personificar la fuerza que sostiene a todas las mujeres.

Cuando digo que quiero reconstruir esta falsa realidad, no es porque esté muriendo en ella, sino porque en algún momento tenía que reaccionar a los estímulos de dolor causados por tus desencantos y miserias. Y aquí vuelvo yo como un libro de hojas blancas esperando a que los días llenen sus sedientas páginas.

No quiero ser una publicación de moda, ni una revista con fotos en ropa interior, ni un libro de cuentos de hadas, ni una historia clásica con personajes perfectos. Solo quiero ser un texto real, único y con derechos de autor, con tintas de colores, negras y oscuras, páginas de historias entrelazadas, dibujos de niños, paisajes, viajes y operaciones matemáticas. Quiero ser un libro que cuente la cotidianidad, los sueños y las frustraciones, sin ataduras, sin atajos, sin engaños.

Quiero ser lo que siento, lo que necesito, lo que deseo. Quiero ser yo aunque no tenga una linda casa con jardín, un carro último modelo, ni oficina de ejecutiva con un sueldo de presidente.  Quiero ser yo aunque tenga una vida, un trabajo, una casa normal, sin tener la última colección de Christian Dior.

Lo merezco.  Soy una vivencia auténtica, con deseos y encantos, con historias que contar y otras por construir, con la espalda llena de cicatrices por los azotes de los años batallados y de las guerras ganadas.

Con problemas, como todos.  Con invitaciones importantes en tiempos gloriosos y monedas en las indeseables crisis. Con amores y desamores, días felices y otros más bien oscuros, lluviosos y fríos.

Qué más da, si estamos aquí para seguir viviendo, para luchar con el tiempo, para sacarle el pecho al abismo sin lanzarnos al vacío, para superar los miedos y encontrar los caminos perfectos; conocer y experimentar, crecer en número y en experiencias; para dominar cada paso y aprender a caer con los pies sobre la tierra.

Cierro el telón y acabo con una mala función de teatro.  Abandono una mala película de cine o una barata puesta en escena. Caminaré despacio, pensando que fueron los 120 minutos más perdidos y malgastados de toda mi existencia.

No quisiera ser pesimista pero tus cursilerías contradictorias, bipolares y sin sentido confundieron y aburrieron al público. Tu discurso perfeccionado con los años te hace ver como un juego de ajedrez medido y calculado, que pone en el momento justo la palabra perfecta de esa retórica que ya te sabes de memoria y que a mí ya ni me sorprende.

Descubrir tus aberraciones en el minuto 90 y tus engaños a 3 minutos del final de la función, son suficientes para tomar la decisión de no ver más, de pararme sin decir adiós porque tu sobradez se hizo una auténtica copia de la decadencia absurda que busca triplicar lo que no se es y lo que no se tiene.

En todos los rincones de mi casa, tengo pegadas las imágenes de tus historias, para que no se me olvide nunca que tus demonios no son los míos, y que aquí cada quién decide si los domina, si los vence, los oprime o los ama.

Puedo decirlo yo, que soy un demonio con 33 agujas en el pecho, con intrigas y enredos propios, pero con los huesos intactos en mi guarida natural.  Atrás quedó la criatura disfrazada que no puede caminar; le llegó la hora a la mujer que vive al final del tiempo!.

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