miércoles, 28 de mayo de 2014

EL INVISIBLE HILO ROJO DEL DESTINO...


 
Nos escribe una Loba que aprendió a ver más allá de sus limitaciones, con el ánimo intacto de la esperanza y el afecto por quien compensará su verdadera esencia...
 
Eran tan sonoros como el hilo invisible que los conectaría hasta enredar las almas que estaban destinadas a encontrarse.  Desconocían que la casualidad iba a volcar los ojos sobre sus miradas esquivas y sus sonrisas traviesas, en el más bizarro de los escenarios, en medio de todos y de la nada, burlándose con ironía “en la casa del Dr. Matanza”.

Ella sonreía y vendía ilusiones, que traía en forma de sabores y olores llamativos como el más suave café que alerta los sentidos.  Tan segura se veía que nadie imaginaba lo difícil que era no tener argumentos para referirse a lo que hablara, como si fuera una niña temerosa dada a la tarea de aprender un nuevo idioma.
Traía, sin embargo, el encanto de la ingenuidad, propio de la juventud; la maravillosa energía de las posibilidades infinitas; y el color caramelo que llamaron la atención del solitario hombre en el balcón. 
Por un instante creyó tenerla. Presuroso, la observó por encima de los lentes,  pensando cómo conocerla, cómo parecer más alto, más inteligente, más atractivo, más interesante.    La abordó y la escuchó. Le gustó más, compró sus ilusiones y la invitó con una vaga excusa, a profundizar en las transacciones, porque cuanto más la miraba y la escuchaba, más le atraía la certeza de descubrir esa mujer que ni siquiera ella había visto.  
 
 
Ella lo vio y lo escuchó tan desprevenidamente que no captó las señales.  Tal vez nunca las ha interiorizado porque  el destino inquieto y caprichoso ha dispuesto nuevos caminos.
Con la tranquilidad que traen los años, tomó su gusto por ella y lo guardó en un rincón de su ser, donde no le molestara ni le inquietara, pero donde estuviera disponible para el momento oportuno.  Paciente, años después la encontró de nuevo…diferente…con el gusto masculino intacto.
Ella, enmarañada en sus angustias, seguía sin imaginar lo que vería después.   De repente y sin más, una mañana, porque así lo quiso el universo, se agitó al verlo llegar, sintiendo en el corazón la fuerza inequívoca del amor, la misma que la acompaña en cada suspiro.
 “Waw”…primera onomatopeya para el después.  “Principio tienen las cosas”, inició un juego de palabras, convertido hoy en la más bella historia de dos seres conectados por el invisible hilo rojo del destino.
 
 

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