Círculo de colores para sobrevivir en la tarde...
El negro que decidió ponerle a su piel, contrastaba con la
dormilona limpieza de los ojos amarillos y las ansiosas nubes de lluvia que
hacían el día más que oscuro.
Se dejó en el cuello, el círculo de visiones de colores que
cuelgan allí, solo para guardar un poco de su pudor.
Amaneció con ganas de cruzar sus propias restricciones, de
ganarle la batalla a la caída absurda que teme cuando exploran su intimidad; se
levantó con ganas de ser esa otra mujer que parte de los placeres restrictivos,
como para encontrar el antídoto de la soledad.
Los truenos que apagaron la
lluvia de estrellas nocturnas, fueron la mejor señal para que no tuviera el
mismo afán social que le gana a sus propósitos de niña indecente.
Al final de la tarde, supo que en estos días de esperas, olvidos,
pieles esquivas, líneas nerviosas erizadas, ganas de gritos sin cobardía, silencios
que traspasan las venas, sonrisas que rompen el abnegado orden del minutero, envidias
atroces y ejes despegados del hilo del plata, más vale mantenerse en el estirón
de la vértebra que le conecta con su racionalidad.
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