jueves, 28 de agosto de 2014

Lo último que quisiera




Por: Angela María Zapata Aristizábal

LO ÚLTIMO QUE QUISIERA


Lo último que quisiera es dejarte.
En esta bella tarde.
Soy consciente y aparte.
De que soy un estorbo en tu alarde

Por ende solo quiero expresarte.
Las últimas palabras para ti de mi parte.
Para dejar de molestarte.
Y recordar cómo fue amarte

Quiero escribir en tu espalda.
Quiero escribir en todo tu cuerpo.
Quisiera tatuar todo como un recuerdo.
Así fuese lo que salga de mi último aliento.

Cada frase que pienso.
Todo lo que siento.
Que sería feliz diciendo.
Pero ahora solo es un tormento.

 Permíteme un solo momento.
Tú, como siempre en silencio.
Escribirte lo que me sale desde adentro.
Sobre tu piel hirviendo.

Me imagino por un instante ese momento.
En que pienses está loca que está haciendo.
Y yo con amor eterno un ADIOS estaré escribiendo.

Yo por fin cumpliendo lo que tanto has deseado.
Con el corazón desgarrado.
Con la lágrima rodando, la voz titubeando
Y en letras mi alma desahogando y recuperando.
No entiendes el porqué de tanto sentimiento.
Pero lo que escribo es lo que llevo por dentro y me está destruyendo.
Serán solo recuerdos.
De un amor que ya no será eterno.

Después de mil frases de sentimientos.
Finalmente te dibujo las alas que tanto me han costado aceptar.
Para darte la libertad.
Que desde el inicio quisiste y por fin volar.

Vuela donde quieras llegar.
Eres el único que sabe la dirección.
Solo me queda la satisfacción.

De haberte sabido AMAR 


jueves, 21 de agosto de 2014

¿Quiénes somos?



Relato de fe para la fragilidad, el perdón, una olvidada batalla de caricias y las contradicciones de los cuerpos que mueren sin aliento.

Angela María  Zapata Aristizábal

Un par de desconocidos unidos por el destino
Almas tremendamente distintas pero en el fondo con la misma esencia y transparencia
Tan diferentes pero tan iguales
Tan opuestos pero hechos complemento
Tan lejos pero al mismo tiempo tan cercanos
Tan felices pero tan tristes
Tan fuertes pero tan frágiles
Tan amantes pero con qué amor?
Con tanto amor pero sin ganas de luchar
Tan derrotados pero con una luz de esperanza
Tantas risas pero tantas lágrimas
Mil caricias pero cuanto odio
Perdones pero no olvido
Una batalla campal a una obra real
Una razón suicida a la farsa de mi vida
Muchos caminos buscando dirección pero con la conclusión, de que somos el único final
Mil contradicciones, mil reflexiones, mil recuerdos sin ningún esfuerzo
Decenas de canciones remembrándonos la existencia, que el otro se encuentra sin ninguna esencia
Dolor en las entrañas cuando nos negamos la batalla, para seguir unidos en una relación sin sentido
Un vacío inherente a tu voz ausente
Un tatuaje en el alma aunque nuestra muerte llegue al alba
Siempre presente en el otro aunque ya no seamos nosotros
Una ilusión inmortal que recordamos aun siendo fatal
El complemento perfecto, en un mar de defectos
Dos cuerpos que sin pensar se acoplan sin dudar
Los moldes e instrumentos, de un entendimiento
El frio y el calor que se derriten sin control
Una repulsión que llega a ser obscena a nuestras mentes que envenena
Un deseo sin medida a vivir la vida
La libertad hecha presente en la cárcel de mi mente
Mi sueño hecho carne ante dos cuerpos que reencarnen
Una realidad vivida que se esfuma sin ser percibida
El recuerdo de una existencia en la misma ausencia
El alimento de dos cuerpos que mueren sin aliento
Una enfermedad terminal que nos destruye cada día más, pero con el presentimiento de que tenemos dentro una hiel amarga que cura el sufrimiento
Un amor profundo, que al no estar juntos, seguirá presente en esta corriente, de días que sin pensar siguen pasando sin cesar.
  

miércoles, 20 de agosto de 2014

Carta a Eliane Brum




Estimada Eliana:

Tu texto de hoy me rescata de lágrimas absurdas y me conecta con tu inmortalidad. 

Quizá vamos en la misma carrera.  También cuento los vivos y los invoco, sin embargo ellos están más apresurados y no piensan en la condena del olvido, como yo.

Me asusta el ritmo lento de vida y en mi carrera de querer controlarlo todo, me levanto con el afán de que me conozcan, para que no me dejen morir brutalmente como al mundo; para que mis pretensiones no se queden en la mitad del camino y puedan permear algunas de sus intermitencias, de sus velocidades, aunque conozco de antemano sus respuestas.

Hoy me acompaña la incómoda necesidad del soplo que adivinas sobre los huesos. Me ocurre en la mañana y también me asusta.  Se refleja en la responsabilidad enorme de derrotar tus insatisfacciones solo por el hecho de que los hijos nada deben intuir de las cargas, las penas, los sueños rotos, el fango de la realidad. 

Nos enseñaron, como mamás, que nuestro mundo debe morir siempre, antes que el de ellos; que el guión debe ser perfectamente redondo, sin lugar a las fugas, y que es nuestra misión inyectarles una dosis de pasión explicativa de las verdades amenazantes sobre las que no podemos tener miedo y de las cuales no podemos escapar.

Pero un día, cuando no hay muerte a la vuelta de la esquina, o al menos eso creemos, aparece el repentino bajón energético, sobre el mismo cielo que nos cobija.  Quién sabe acaso que morimos poco a poco, en diminutas precisiones femeninas, en irremediables locuras que traen las ganas de tener un mejor mañana?

Descubrimos un drama minúsculo, pero en la intención de alcanzar la promesa de nuestros sueños, revaluamos la lógica y sepultamos la tristeza.  Logramos rebasarla conectándonos con mujeres como tú, que piensan lo mismo, a lo mejor tras un abandono de esos proféticos en el que se corre el riesgo de apagar la felicidad.

Cuando has sido feliz con tus gigantes, no hay quien abra más agujero en tus paisajes.  Tú lo recuerdas hoy, para que no siga pensando que es una tragedia. Con ellos sigues frecuentando tus lugares íntimos, tus significados de época tus momentos trascendentales, tus infinitos.

Luego de leerte pienso en cuál es la diferencia de que estén vivos o muertos, como MI Gabo, inmortalizado en mi muñeca derecha, para marcar su adiós y su inmortalidad en MI historia de vida.  Qué hay si ya se fue pero quedó pegado a mis órganos, después de desestabilizarme porque fui testigo de momentos de placer que construimos para los dos.

Y no importa si como mujeres, los armamos solas. Estuvieron junto a nuestro propio olvido, y desayunaron con nosotras el domingo y simplemente lo fueron todo y no fueron nada porque era mejor que fueran grandes en nuestras biografías privadas.

No se sabían nuestros pero lo eran.  Es la mejor enseñanza que me dejas con tu aparición virtual, querida Eliana, en un día extraño, de muertes silenciosas.  

PD: me dejas compartir con las lloronas, tu texto?.  Gracias!!!





viernes, 15 de agosto de 2014

Doctrina de probabilidades



Hoy se desmayaron todas, en sus escenarios privados, para no desentonar con la festividad del día soleado que apareció de repente, horas atrás.

La luna durmió con ellas.  Todas tan lejos de la dosis sanadora de palabras, de reflexiones insensatas y juicios revaluados públicamente, de ideas que se justificaron y se perdonaron entre sí.

Todas, perseguidas por la pena que esconden por herencia.  Todas, ancladas a sus destinos por la necesidad de superar lo impensable.

Del otro lado, el correr de un tiempo que catalogaron egoísta, injusto, provocador, ausente.

Se ahogaron en esa suma conjunta.  Su espacio muestral hizo intersección a la solución de sus problemas. Invocaron ese deseo absurdo de amarrar por un único instante el anhelo de convertirse en dueñas de esas probabilidades, negadas para no llorar.

Necesitaron una valoración favorable del hallazgo femenino, que por  regla general, multiplicó sus débiles necesidades.

Se devolvieron en los elementos tecnológicos; miraron la foto para rogarles una conexión; imaginaron que podían sacarlos del ritmo acelerado en el que, por descarte, a veces no quieren encajar.

Nunca, una pizca de recuerdos, de falta de placer; siempre, exceso de responsabilidades y reencuentros felices.  Jamás, la indescifrable ruta novedosa, suficiente para instalarse en un tiempo repentino que recordarán con devoción.

Una, en la ciudad costera de la nostalgia.

Dos más, a pocos grados centígrados del olvido.

Otra, en el encuentro novedoso de su pasado.

Muchas, en el primer paso extranjero construido para la esperanza.

Ellos, ejerciendo funciones que no ejercían; despertando de la anestesia; levantando las manos de la conciencia; conectados en la misma opción que los demás clausuraron por ridícula; untados de memorias subterráneas; analizando el grito interno de la vida; fumando en un espacio abierto para pensar en un teorema que no se resuelve; clamando peticiones para olvidar lo que les prohibieron de niños, a cambio de la promesa de encontrar el guión eterno de la libertad.

Hoy, todas en la ruta del encuentro consigo mismas, se levantaron de la cama y suspiraron para continuar.  Suspiraron, nada más, sin conocer la doctrina de las probabilidades de un suceso que, se niegan a saber, ya está condicionado por la felicidad.




jueves, 14 de agosto de 2014

La mirada indestructible de la fe



Dame pequeñas dosis de ti que contaminen prioritariamente la energía de mi soledad.

Déjame soñar que hay una certeza adicional con menos sabor amargo y un entusiasmo que no se extinga con la puesta de sol.

Sólo permítelo. Creo que es una medida necesaria.

Ya lo discutimos, aunque necesites convencerte de que es real, revaluable en las ideas publicadas cada semana para beneficio de quienes te conocen.

¿Por qué no mirarse en una ciudad más calurosa, y dejar que pase el viento y acuñar los nuevos términos, esos que se vuelven compactos en cada anochecer?

¿Por qué no ausentarnos y esquivar las velocidades asfixiantes, encerándonos en una burbuja de placer?

Guárdame la llave en una cajita transparente que quepa en tu bolsillo izquierdo.  Bésemonos sin piedad en la esquina del trabajo y lleguemos a pegar las señales en una sala con chimenea.

Dame pequeñas dosis de ti.  Al final de viaje, no tendrás que imponer tu criterio.  Sabrás que sí podías compartirlas conmigo, porque nunca voy a traicionar tu sonrisa revolucionaria, porque crece dentro de mí la mirada indestructible de la fe.

miércoles, 13 de agosto de 2014

El espejo del amor



Hemos peleado tanto y tanto, sin comprender que con un detalle más podemos hacer la diferencia, si dejamos la vaga idea de aferrarnos tercamente al olor del futuro, a las categorías en las que los demás nos quieren ubicar.

Reconfortante que palpite en el pecho, la idea propia e inagotable que argumenta tus sentires.  Lo inenajenable, retador a muchos metros de los delirios de los demás, imprescriptible, pero tuyo, contundente, exprimible solo para los adentros.

Palpita, como dice Maturana, para legitimarte en convivencia, sin paradigmas, sin prejuicios, con la expectativa de la relación que tienes únicamente con amnesia femenina, y que compartes con las mujeres capaces de leer las señales de tus ojos, mientras te escuchan horas enteras de monotemas o ecuación sin equilibrio.

Nos vamos volviendo amorosas, en la presencia del otro, sin tener que disculparnos, en  la compresión del respeto a nuestras prioridades, en la superación de un mundo real de competencias y falsedades, con argumentos de tarde que te reflejan en el espejo del amor.


martes, 5 de agosto de 2014

Tres tiempos, tres mujeres de fuego


A Janeth, mujer pensante, de voz libre y pensamiento ruidoso,
 quien nos regaló tiempo para el arte y los libros.


Supe que Janeth tenía algo de mí, porque el fuego de colores le crecía en las uñas; los lunares sobresalían en la piel blanca, y respiraba ofrecimientos y regalos en las góndolas de libros.

Caminaba lento y defendía los reproches públicos contra las mujeres.

La última vez que conversamos, me dijo que al fin encontró mi retrato de los años futuros.  

Me llevó a ver a Aleyda.  Comprobé las tímidas teorías que nos persiguieron, esas que decían que encontraríamos la respuesta antes de ver que el paso de los años no debilita la mente.

Coincidimos después de la misa.  Debíamos encontrarla allí, porque Amado Nervo le había enseñado –nos había enseñado- que las noches de penas prometidas y sanamente serenas solo se calmaban bajo la mirada tranquilizante de los nuevos rostros.

La encontré luminosa y divertida.  Me concentré en el carismático verde de sus ojos.  Pensé que los girasoles podrían rotar y adquirir este color.

Supe una vez más, ahora con Janeth, que a lo largo de la vida todas pensábamos en las vanidades del indisciplinado cuidado de la piel, la incomodidad de un cabello que pierde luminosidad, mientras asumíamos el afán por escribir con tintas mojadas en papelitos que luego arrojamos por el balcón para esconderlo de su destinatario.

Hablamos del papá de Aleyda, salido de todos los esquemas, quien la animó a escribir y la empujó a guardar esos papelitos  en una cajita decorada con flores rojas. 

Las tres, nos pusimos el espejo, muy de cerca.  Janeth me dijo que así seríamos viejitas: bellamente ruidosas, preocupadas por el color del esmalte, pero también por el pensamiento de los elegidos de la humanidad, en periódicos, revistas y películas. 

Que poco íbamos a bordar o a dar sermones en círculos privados de ancianos.  Que la caridad la íbamos a demostrar con ejemplo, con señales para avanzar en un único camino, refrendándolas en nuestros hijos, por la mañana, en la tarde y en la noche.

Cuando nos encontramos con esas láminas de futuro, conversamos sobre los privilegios con los cuales vinimos al mundo. Lo hicimos en la mesa de su librería, una tarde de cometas que mezclaba el viento fresco con el pito vigilante de presencia de nuevos lectores.

En El Quijote, quedó la fotografía en tres tiempos.  3 mujeres, 3 estaciones de vida, un adiós anticipado y el abrazo, con las manos de fuego de una mujer que amo las letras, porque la llenaban de fe para continuar.

Nos presentó la última colección. Se movió entre los estantes y nunca nos quitó la mira de encima, porque podía ocuparse de todos los detalles, adelantarse a este falso adiós de libros y letras.

viernes, 1 de agosto de 2014

Las almas del sillón rojo


Para una mujer que apenas despierta.  Que ve a lo lejos, el regreso del alma perdida; la química secreta de sus próximos encuentros.*



Estaba enamorada de un recuerdo.  Descubrió que era adicta a su olor, a sus ojos, a la delicadeza de los dedos que sin piedad la recorrían hasta rendirla.

De la imagen de un huracán silencioso que dejó a su paso las huellas del amor que nunca fue.

Su piel aún transpiraba el placer de las últimas cinco noches en aquel sillón rojo, testigo silencioso del amor a destiempo, secreto, puro y lujurioso que no se confesaron con palabras.

Y qué importaban las palabras! Sobraban, estaban de más! Bastaba con cruzar sus almas juguetonas, ávidas de aventura, para que confesaran y danzaran al ritmo de las notas celestiales, el silencioso "te he estado esperando, no sé desde cuándo, pero te he estado esperando".

Retozaron.  Una y otra vez en el sillón rojo, sin pudor, dispuestos a dejarlo todo, abandonados a la certeza de un doloroso adiós, estuvieron seguros de que sus almas nunca más podrían separarse.

* Pintura de Juan Naranjo Torres.