domingo, 30 de noviembre de 2014

Mi última pregunta al amor


la maga2

Cata-Luna

Primera cuestión.  Me preguntas si eso lo escribí yo.  No, no lo escribí yo, pero parece hecho para ti.

Segunda cuestión.  Es cierto que escribo?.  A veces me permito locas ideas que cruzan mi cabeza.  Tomarme en serio la vida, acomodarme a esa barca que se llama escritura.  Salir a pasear por mis ríos sin orillas esperando que de una u otra manera, quizás, por fin, encuentren el puerto de los ojos que soñaron desnudarlos.

Tercera cuestión.  Escribo bien? Quién lo sabe? Quién puede decir sí?.  En el reparto de las simples musas mortales, ni Pizarnick, ni Benedetti, ni Cortázar y menos Yourcenar o Neruda (te he dicho que mi favorito es Benedetti?. Creo que toca el dolor y la belleza con la misma realidad y aun así sonríes.  O que Yourcenar toma cien hojas y las convierte en una parte de la historia, tal vez más real que la real?  Y qué me dices de Pizarnick que sabe descuartizar un momento para volver a crearlo como una obra de arte? No? No te lo había dicho, claro.  Tantas cosas que no tienes por qué saber…) Una simple mortal a la que la inspiración le llega cuando en una noche loca el mundo se duerme y solo quedan dos en la burbuja del aquí y el ahora.

Hablando en franco castellano, solo escribo cuando algo o alguien traspasa mi coraza cotidiana.  Sin abandonar la tercera cuestión, entonces te diría que sí, q escribo y que puedo escribir bien solo cuando la inspiración es real.

Hay una cuarta pregunta?. Claro que sí.  Hay una cuarta pero no por ello menos importante: te he escrito?

Al llegar a este punto del camino, me encuentro, y cómo sigo?.  Qué escribo que no sea una locura? Acaso no tengo ya una realidad acomodada? Acaso no están dispuestas las cartas en la mesa? Qué culpa tengo de cuestionarme y embriagarme por el deseo de tocar a alguien encantador pero de mentiras, como las chicas de la televisión.  Abrumador por la forma de hablar sin palabras, con esa chispa de brillo que le baila en las pupilas, con esa cuidadosa habilidad casi estudiada pero inocente de inspirar ternura, a pesar de la sensatez con la que puedo mirarlo.

Se me va la cabeza, el alma y el cuerpo en pensar y repensar qué pasó.  Cuándo se me olvidó el mundo por tu presencia y me convirtió en una especie de loca e inmadura colegiala inconsciente.
Igual fue bello.  Permitirme desaparecer en  instantes, sin desligar los recuerdos de un par de ojos inquisidores que me llevan a la misma cuestión a destiempo.  No lo sabías? No?…claro… tantas cosas que no tienes por qué saber…

Que mis sentidos se embotan con el recuerdo de un algodón de azúcar, que sumergirme en rayuela me ayudaría a descuadernar mi propio orden.  Que La Maga y Oliveira no sean como son, que el club de la serpiente no se muerda la cola o que el jazz no suene a tristeza.  Eso ya lo tenías presente.  Mi primera piedra cayó en el purgatorio y rayuela se fue a la mier…a.

Estoy por creer que no hay respuestas. Solo es una puerta de otra vida que de repente se abre.  Una realidad alterna que me quiso mostrar que hay seres eternos, evocaciones imperecederas que están sin estar pero viven tras el aroma de una misma piel.  Un tiempo entre espacio y realidad que me lleva a temblar  por dentro por este afán a destiempo, por esta felicidad inconclusa que en cualquier descuido de mi cordura hace bailar una sonrisa entre el alma y la mejilla.

Hay alguna última cuestión? Solo decir que nunca los diálogos a besos pudieron ser mejor, que nunca me había infartado en un segundo, que liberaste carcajadas de un torreón y que vivir que se acabaran los cigarrillos nunca pudo ser más encantador.

Que no tener futuro puede ser más inspirador que la certeza de algún

 Infarto

Tu pie de repente
junto al mío
y mi corazón
sorprendido

 El adiós se vistió de lentejuelas. Nos espera en algún próximo día por venir, en abrazo de alguna noche por pasar, en el adiós que no sabe que el olvido no va a la fiesta.

De los amores no correspondidos

anillo

Federico Acevedo Ramírez

Hace días recibo llamadas de una amiga muy cercana, que conocí en la adolescencia y que llamaré Aracely (por aquello de proteger su identidad). Sus comunicaciones se han incrementado y son más asiduas que de costumbre. La razón: está pasando por un drama sentimental. Conoció en su trabajo a un hombre que la tiene loca. Ni ella misma sabe por qué. Acepta que no es el hombre más lindo con el que ha soñado, ni la mejor persona, ni siquiera el más adinerado (algo que cuenta mucho, aunque no se acepte, ni se mencione), pero  que tiene un “algo” que la enloquece, aún más.

Aracely es muy tímida y no toma iniciativas durante el cortejo, ni llama la atención del hombre que le gusta (cuando ya los tiene es ella quien propone y da las órdenes). He pensado que es muy buena estrategia suya. Se muestra dócil, tierna, de poco mundo y cuando los atrapa en su red, saca sus malas mañas y se las da de tonta. En este caso, la estrategia parecía no funcionar. El caballero no se mostraba interesado y eso, obviamente, incrementó en un 100% el deseo de Aracely por tenerlo.

Cuando parecía que su interés no podía ascender más, se enteró de que vivía con otra en unión libre. No es tan mala mujer como para tratar de quitárselo, pero tampoco tan buena como para no haberlo pensado. Se resignó y se propuso olvidarlo. Pero ya se había metido y de cabezas en el terreno del amor no correspondido.  Ese amor que es más parecido a una obsesión y  que ha acabado con grandes como Truman Capote: no  temía a nada, excepto al amor no correspondido.

Cuando Aracely me llamaba lo abandonaba todo para  destinar por lo menos una hora a escucharla hablar de aquel amor. Fantaseaba con que un día llegaría él al trabajo con unas enormes ojeras (de tanto llorar) y con la noticia de que se había separado. Y, claro, ella estaría ahí para consolarlo y mal aconsejarlo. Varias veces imaginó ser su esposa y hasta pensó en cómo saldrían sus hijos, si más parecidos a él o a ella o, quizás, una perfecta mezcla de los dos. Hizo lo que hacemos todos (mentalmente) con la persona idealizada: pasear de la mano por un parque, tomar caipiriña en Bali, casarse en Cartagena y ser la envidia de todas sus amigas; arruncharse en una abullonada cama king size una tarde de domingo lluviosa, tener su propio y modesto nidito de amor (estrato seis, por supuesto), abrocharlo del brazo en los eventos sociales, reírse en secreto de las que aún besan sapos, y más.

El día de las enormes ojeras y de la noticia de la separación llegó. Aracely saltaba en una pata, por dentro, porque debía disimularlo. Se convirtió en su confidente, su paño de lágrimas y su apoyo incondicional. Aquel caballero terminó fijándose en ella. Yo estaba inmensamente feliz, en especial porque eso significaba el fin de las eternas y dramáticas llamadas. Pero, no. Aracely ahora llama a quejarse. No fue sino que el amor no correspondido empezara a corresponder para que ella encontrara “peros”. Yo que pensé que por fin sería feliz en una relación sentimental. Ahora resulta que el hecho de que él gane menos que ella es complicado, como si no hubiese sabido eso desde un inicio.

El problema de Aracely, que es el de todos, pero que parece mayor en las mujeres, es su inconformismo. Si el hombre es juicioso, entonces es un “dormido”; pero si, en cambio, es avispado, entonces es un “sin vergüenza” o un “coqueto”. Tal parece que es intrínseco en el ser humano anhelar algo con todo el corazón para después no saber qué hacer con eso cuando lo tenemos.  Si bien el inconformismo ha permitido (lo sigue haciendo) que avancemos, que luchemos por mejorar las condiciones actuales (qué sería del desarrollo de la ciencia sin el inconformismo), también es cierto que impide disfrutar de lo que se tiene en el momento presente. Entonces, condenados a vivir siempre en un tiempo futuro (¿quién nos garantiza que sea mejor?) y llenarnos de ansiedad.

Bueno.  Finalmente Aracely empezó a tomar conciencia y está decidida a conocerlo mejor y a vivir el tiempo presente.  Ella tiene muy claro que uno nace y muere solo (que si no funciona no pasa nada), aunque, y cita a Isabella Santo Domingo, “la vida se vive mejor acompañados, así sea de un bastón, de un perro o de un novio virtual en Chechenia”.

Nota aclaratoria: en la mayoría de los casos el amor no correspondido no nos corresponde nunca. Lo mejor, para que no se quede pegado ahí toda la vida, es que abandone la partida. Hay que entender que hay batallas que no se libran. A veces la rendición es la mejor estrategia, sobre todo si se quiere conservar algo de dignidad.

Pintarse los labios


la foto 1

A veces pienso en cómo serían sus posturas si fuera mujer. Eso de que la historia la construye una acumulación de futuros no resueltos que esperan estallar, suena lógico y a la vez, tan femenino, que no parece usted estar de lado de quienes ostentan el poder.

El poder para volvernos invisibles, para añadirnos en una etiqueta que no da fe de nuestra fuerza creativa, para ocultarnos en una historia que se ha construido desde abajo.

Cómo pueden hablarnos de una construcción colectiva, si la espera está rezagada, si a veces parece una utopía.  Nos cuestan lágrimas y discusiones privadas, pero también solidaridades y expectativas por el siguiente sueño.  Nos cuesta el trabajo decidido por un nuevo orden.

Claro que usted tiene otra visión de mundo, porque trata de ser objetivo, cuando en realidad la autonomía tiene que ver con las motivaciones internas: las que quedan luego de la soledad, las que se cobijan cada mañana al calor de la compañía de los pequeños a quienes protegemos.

Esa historia, ese patrón universal heredado, filosofado, creado por la ciencia, se revalúa con las implicaciones del ser mujer.

Porque no importan las fechas, ni los días clásicos, ni las conmemoraciones.  La vida de las mujeres viene con conciencia propia, nos permite encontrar certidumbres, dar pequeños pasos por modestos que sean, controlables y seguros, como usted bien lo teoriza.

La historia que escribimos es otra, porque simplifica la condición humana y la acerca al corazón.
No necesitamos límites ni acumulación de futuros.  Estamos para celebrar el derecho a ser libres, a derrumbarnos y luego recomponernos, a transitar de nuevo los caminos, a preocuparnos y despreocuparnos, a disfrutar solas y en compañía, a pedir ayuda, a admitir que fracasamos, a negociar, a amar, a volver a empezar.

A llorar y secarnos las lágrimas, a suspirar y a replantearnos, incluso si hay dolores, que podemos ver hacia el futuro y escribir nuestras propias historias, incluso cuando los demás vaticinen que no hay después.

La lucha de la mujer es por vivificar su historia de vida personal, por pintarse los labios de rojo, como muestra de la esperanza y en rechazo a la historia oculta.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Confesión

melancolía

María Fernanda Villamil Villamil

¿Cuánto tiempo más precisas de mí?

¿Cuánto tiempo más vas a tomarme?

Debes saber que aunque te abraces a mi cintura y aprietes tus labios en los míos no estaré, ni seré, ni amaré para ti. Porque en cuanto el sol aparezca y la noche silencie con ella los secretos y mis culpas, olvidaré cuan tormentoso eres en mi adentro. Tú sabes, el refugio del caos en mi pecho y lo indispensable del perdón en la piel.

Te crees inmune pero estás en mi respirar, frágil.  Subes y bajas en su ritmo, a mi ritmo, y te acaricio el pelo que entre mis dedos es un poco mío, y te crees inmune y te descifro, y te crees inmune y te pienso en tu fatal anhelada soledad.

Hacen falta aún algunos días para que me recuerdes cuán pasajera soy en tu vida, porque así mis alas siempre estarán abiertas y mis maletas listas, mientras te crees inmune. Mientras yo me levanto de tu cama y cruzo la puerta. Mientras decido que no hay muertos, más muertos que los que se olvidan.

-Te olvido, mientras te crees inmune. Y das la vuelta. Y ya no estoy-

Mientras, te pesará el cuerpo en recuerdos, en ausencia y entonces te habrás extinguido.

La montaña de miedos

matrimonio

La escena me persiguió toda la noche.  Y no por el reflejo de lo que ustedes tienen que resolver.

Más bien fue una mirada medio fugaz a mis límites.  En el día, van y vienen las insatisfacciones; ese afán de querer controlarlo todo, de ser la primera, de cazar; el capricho de que nadie me cuestione, y la inquietante manía de encontrar explicaciones reales a todos los sinsentidos.

A la final, creo que son valientes.  La verdad, los percibí tan distantes, justo ahora que tomaron la decisión que se acepta solo una vez en la vida bajo juramento, de ir y acompañarse hasta que la muerte la separe.

Me sorprendió imaginarlo a él, impávido, sin poder alguno sobre sus excesos y culpas.  Incapaz de responder a los odios femeninos,  a los fantasmas que le salen a flote, a la debilidad de tener que ser el mismo, viéndose a un espejo que no le reconoce la imagen.

Creí conocerlo, por lo que me contrarió verlo así como siempre, incapaz de responder con una firmeza tan grande como su tamaño.  A la final no me equivoqué. Detrás de semejante estatura solo hay un hombre temeroso.  Una mente brillante y luminosa, aún con trabas por resolver.

A ella, no la culpo.  La vi desbordada, como algún día todas hemos estado.  Menos lúcidas y más arbitrarias, queriendo ser las guardianas de los sueños de amor de quien poco nos merece, queriendo añadir bondades a un espíritu que no despierta; nombrando a la fuerza, la forma estrecha que no encaja.

Como buena recién casada, lo quiere a morir, aunque no sabe que se debilita en la agonía de encontrarlo, y que al final de esas furias poco puede encontrar, porque es una apariencia que tampoco le pertenece.

Tan joven y se ha salido de sus barreras morales, innecesariamente, gritando, huyendo, sacando las garras, cuando al final la idea del amor la obligará a darle el último adiós.

No quiere entender que sí, que también yo he sido incomprendida, obsoleta, dañina, caprichosa, víctima, monotemática, mentirosa, pero inofensiva.

Que sería más fácil respirar antes de dejar ganar la rabia de sentirnos solas.  Que la regulación debería llegarnos, así, tan natural como fluye esa adelantada habilidad para fantasear con el futuro.
La escena me persigue cada noche. El problema no son ellos, son mis excusas.  Mejor cierro los ojos y pongo luz a la montaña de miedos que duerme con las dos.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Sin armaduras

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Luisa Rojas

No sé si esta vez me falta inspiración para escribir, o por el contrario me sobra. Tengo la mente en pleno tornado y si mis conocimientos no me fallan, no hay manera de frenar uno. Solo queda resguardarse, ver cómo se lleva todo a su paso, esperar a que pase y tratar de salir con vida.

En algún momento entré a un par de cafés, hablando de todo un poco. Un buen amigo hizo alusión a que mis escritos están impregnados de mí y no porque sea yo quien los escriba, sino porque es mi manera de, entrelineas, hablarle al mundo de mí. Y sí.

Digo las cosas que pienso tal y como las pienso, pero cuando se trata de las que siento: mis anhelos, mis miedos, mis fracasos, mis sueños; cuando la cuestión es desnudar el alma ante otra persona, me quedo muda. Así que de manera sigilosa me escabullo entre las letras, los relatos, y mi particular manera de describir la vida para mostrarme plena, transparente, muy yo.

Hoy sin embargo no quiero disfrazar el asunto. Solo quiero escribir para desatar nudos, para alivianar la carga, para descansar del mundo por un instante. Soy una persona tan complicada como sencilla; complicada para quien pretenda entenderme y sencilla para quien quiera vivirme.

Me vuelvo fría, distante y me rodeo de barreras cuando alguien se acerca a mi vida, pero cuando me quito la armadura y quedo en mi estado más sincero y vulnerable, soy fogata, ternura, entrega, pasión y persistencia, y aunque la mayoría de veces parece no valer la pena, es esa mi versión predilecta.

Me gusta demostrar las cosas, me gustan los pequeños detalles y sorprender con ellos, me sonrojo con increíble facilidad, hago pucheros inconscientemente más veces de las que quisiera. Sonrío, lloro cuando me lastiman, callo y hago caras cuando me enojo y me decepciono cuando me mienten. Soy impaciente, ansiosa, malgeniada, no me peino y cuento con muchos más defectos.

Soy impulsiva, intuitiva y loca. No sé lo que es pensar las cosas dos veces antes de hacerlas; si me nace, me prende, me motiva y me hace sentir bien lo hago sin importar a dónde voy a ir a parar, porque para mí ha sido más importante el camino que el lugar de llegada. Y no es que esté bien, generalmente me lanzo, me dejo llevar por la corriente y al final del recorrido solo me espera una caída libre. Sin embargo en la vida estamos para aprender y seguramente siga siendo impulsiva pero tengo la firme intención de que la próxima vez que decida dejarme llevar, tendré conmigo un mapa, un plan de emergencia, un botiquín de primeros auxilios y que en vez de ir corriendo, iré a paso lento pero seguro.

Estoy llena de miedos, pero mucho más, de sueños; tengo miedo a caer pero son más fuertes mis ganas de volar; me asusta amar y dejarme amar, pero sé que en algún momento valdrá la pena. Sé que tropezaré mil veces, pero cuento con la fuerza para levantarme y la disposición para aprender.

Me disculpo si esta vez no los conduje a nada, si no llegué a ninguna conclusión o si no les aporte algo valioso. La verdad, sin armaduras, esa era la intención.

Borras las lágrimas

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Federico Acevedo Ramírez

Quisiera llorar tres días seguidos y borrar con cada lágrima un mal recuerdo. Secármelas y con un alma limpia emprender mi camino. Quisiera que fuera realmente mío, el que me corresponde. No quiero volver a andar caminos errados ni a lastimarme en sus desniveles.

Quisiera ser invulnerable al dolor. Qué nadie me pueda hacer daño. Que no anide nunca más la pena en mi alma. Que no llegue ningún altivo  a estropearme la vida. Que los estafadores de sentimientos encuentren la puerta cerrada y asegurada con candado doble. ¡Que quien piense en hacerme daño se lo haga a sí mismo y en doble proporción!.

¿Que hay que tener cuidado con lo que se desea? ¿Que se han vertido más lágrimas por plegarias atendidas que por las desoídas? Yo asumo el riesgo.

A mí que el dolor no se me acerque, que ni me mire de lejos. Lo pido una y otra vez. Con toda seguridad.

Me acuesto a dormir con la esperanza de que todo cambie. Es lo que se hace para no enloquecer, lo que hacemos todos para aceptar las cosas tal y como son.

¿Si resistes, persiste? Lo he comprobado. Pero aceptarlo me convierte en cómplice.
Si no es peleando, ni aceptando, entonces es llorando. Quisiera llorar, pero no puedo.

Gris


ciudad


Carolina Rodríguez Mayo

por mi nadie atraviesa la ciudad
nadie escala montañas
no hay quien desafíe la gravedad
las leyes generales de la física

no soy nadie
soy predecible
soy la fácil

muchas verán contiendas
verán caballeros de brillantes armaduras

yo soy la que acepta las sobras
-o bien- soy la sobra que ellos aceptan
no soy nadie

hay otras diferentes
otras que han visto hombres
correr maratones
por ellas
yo soy sólo observo
los veo a todos correr
todos en dirección contraria

no soy nadie
soy la sobra que ellos aceptan.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Un día para prolongar



Déjame creer que es posible acercarse sin miedo al después, sin restricciones, ni depósitos del pasado, ni culpas a las que fastidiosamente nos acostumbraron los que no buscan señales en la fuerza del amanecer.

Creer que los imaginarios también maduran y que el paso del tiempo no solo tiene que ver con lo finito, lo externo, lo inagotable, sino con explicaciones entendidas por un humano corazón.

Señálame con tu sonrisa el camino de la nobleza y déjame ser la misma de siempre.

Descubre tú mismo que el pálpito de lo que soy es verdad, aunque hayan querido contaminarnos. 

Demuéstrame que adentro nuestra reserva real espera su salida y que este encuentro es algo más que una metáfora atemporal.

Que por más que intentamos cruzar la línea de la frontera, no pudimos dejar de ser los mismos de siempre: soportables en las imprecisiones, las habladurías, las ganas de separar las misiones impuestas por el qué dirán.

Acércame solo a las complicidades privadas que alguna vez soñamos y que ahora compartimos en extraños y amplios saludos de mañana, de tarde, de noche, de madrugada.

Deja que ate el sabor de un emblema que marcas para mí, tan lejos de los miedos, tan cerca de lo que podemos decirnos en absoluta libertad.

Piensa como yo, que hay un día siguiente para prolongar lo que nadie puede arrebatarnos, las palabras contadas en un tiempo más oficial, más burbujeante y prometedor.

Raya tus vínculos sobre mis líneas blancas. Dímelo una y otra vez. Déjame creer que este es un día para prolongar y que es posible acercarse sin miedo a los minutos.

Gris



Carolina Rodríguez Mayo

por mi nadie atraviesa la ciudad

         nadie escala montañas

    no hay quien desafíe la gravedad

                    las leyes generales de la física



                                            no soy nadie

                                                  soy predecible

                                               soy la fácil



muchas verán contiendas

              verán caballeros de brillantes armaduras



                                     yo soy la que acepta las sobras

                           -o bien- soy la sobra que ellos aceptan

                                                                 no soy nadie



hay otras diferentes

     otras que han visto hombres

                      correr maratones

                                   por ellas

                                                     yo soy sólo observo

                                                     los veo a todos correr

                                                                  todos en dirección contraria



 no soy nadie

soy la sobra que ellos aceptan.




lunes, 10 de noviembre de 2014

La fuera de Britanny Maynard




Cerramos los ojos en la misma noche, acompañadas por el afecto que inmortalizamos.  Tú de una forma masiva y polémica.  Yo, en rutinas privadas, compartidas con unos cuantos que llegan a acercarse.  Esos que nos quitan la timidez y nos invitan a volar, sin miedo a decirnos lo que realmente opinan acerca de nuestras decisiones.

Sé que estuviste en una carrera contra el tiempo, en una pelea para descifrar la inmortalidad, en un mar de dudas que también nos dejaste conocer.

Tenías derecho.  ¿Quiénes somos nosotros para cuestionar tu dolor?  Si acaso, podemos reprocharnos la falta de claridad y decisión con la que corremos por el mundo.

Tú en la distancia, quien sabe con qué sentimientos.  Nosotras, de este lado del mundo, debatiéndonos entre el deber ser y los caprichos del universo material al que nos acostumbraron de niñas.

Imaginé miles de veces qué tan temerosa estuviste de quemar las naves y soplar vientos en lo desconocido, lo irremediable, lo inalcanzable.  El fin de tu tiempo y tu felicidad.

Y me quedé pensando qué tanto nos ocupamos con desdicha sobre los demás. Cuánto los utilizamos para nuestros placeres, sin acercarnos a su bondad, sin reflejarnos en sus preocupaciones; solo cuestionando su opinión, creyéndonos las reinas de un tiempo que es tan limitado.

Superé la rabia que me dio pensarte tan pública. Llegué a imaginar que podías dar marcha atrás, y aun así, me dije un par de veces que no me correspondía imaginar los motivos, porque tus silencios y tus palabras elevadas, también hacían parte de lo que no tiene nombre.

Me solidaricé, a pesar de mis miedos y vetos.  Tu decisión es solo una invitación a que entendamos el futuro como un ruido que sabotea las noches y las mañanas.  Que planta la duda sobre si estamos equivocados y no nos deja mirar la esperanza que se posa alrededor de lo que tenemos.  Una carrera contra el reloj.

A primera hora del nuevo día, mis ojos volvieron en sí, con la calma que da escuchar el agua que corre cerca, con la felicidad de recrearse en lo importante.  Pensé que aún tenemos tiempo para recordar a los demás lo que significan en  nuestras vidas.  Eliminar el insano efecto del dolor y acercarnos, en una búsqueda de equilibro, de sensatez, pero también de ternura y palabras nuevas.

Miré por última vez tu foto del pasado.  Fuiste una mujer que decidió sobre su destino.  Una fuerza que superó la portada de revista, la imagen de la virtualidad, amada u odiada.

Mi querida Britanny.  No volverás a abrir los ojos.  Y en cada mañana, muchos te recordaremos, intentando descifrar a dónde nos lleva el camino en el que tú ya tienes una ventaja ganada.

Quizá un mejor lugar que este que nos dejaste, y la gran reflexión que compartiste: “Si cambiamos nuestros pensamientos, cambiamos nuestro mundo. Amor y paz a todos ustedes”.


El dolor del desamor



He de decir con toda franqueza, que es difícil mirar atrás y despedirte.

Apareciste cuando las mareas de mis impulsos y la profundidad de mis confusiones no me permitían deslumbrar el norte de mis sentimientos.

Fuiste una bocanada de aire fresco, que rememoraba la felicidad y me hacía sonreír. Llegaste sin que te buscara y me llevaste a límites insospechados.  Sentí de nuevo la emoción de amar intensamente, aunque viva ahora en carne propia el dolor del desamor.

Luché a diario con la vaga sensación de que nada es para siempre, de que el tiempo contamina lo que un día fue mágicamente inesperado.  Comprobé contigo que la magia se acaba.  Decidiste seguir tu camino sin mí, dejándome en una espiral de dudas del cual no he podido salir.

Extraño nuestras conversaciones.  Los instantes en los que hablábamos de todo y de nada mientras el tiempo parecía esfumarse entre palabras y besos.

Mi lógica exige respuestas, pero admito que aún eres mi mayor incógnita. Me consume la melancolía y llego a este punto sin retorno; sin fuerzas para intentar volver, no me queda más que marchar aunque no haya lugar a donde ir.

Nunca entenderé dónde se rompió y no funcionó, ni por qué no tome de la decisión de buscarte.  Es momento de aceptar que no existen réplicas, que tu forma de ser siempre será difusa.

La luna que me dedicaste será testigo de que recordaré con nostalgia la soledad que esconden tus ojos. Dejaré para después este sentimiento, antes de que termine por llevarme a la ciudad del llanto, donde mi paraíso se convierte en un infierno.

Adiós, llego el día de partir. Confieso lo que no he aprendido aún: el dolor del desamor; la manía de olvidarte.

Corazón de papel




Irina Juliao Rossi

Quisiera tener el corazón de papel para tachar con colores las miradas extraviadas, los te amos escondidos, escritos en versos, untados de rosa.

Un corazón de papel para arrugarlo si persistes en irte con salvaje silencio, en las noches donde las mariposas salen a volar perseguidas por el viento celoso de tenerte.

De papel liso, un corazón sedoso que pueda jugar entre mis manos, que se deje untar de caricias, de duendes que jueguen por sus orillas, haciendo escalas, escondiéndose de ti, de mí, entre fuegos que ardan, se apaguen y vuelvan a encenderse.

Tapizado de sílabas que sólo hablen de ti, de la partida que prometes hace tiempo en cada mirada, en las palabras que se conjugan en tu lengua y en las manos que no dejan de tentar los adioses esperados.

Pálido, casi ciego de tanto verte.  Así, un corazón orgásmico, que ría cuando bailas sobre el piso, emergiendo de diminutos silencios, en la oscuridad que se hace ciega de tanto poseerte.

Un corazón cómplice de mis escenas, de los retratos que pinto con tintas festivas, rayones que se estiran en colorido, dejando leer sobre el tapiz el nombre que me ciega la vida.

Un corazón que se deje doblar, encarcelado en una maleta, que vaya solo, que me acompañe cuando quiera amarte o que calle cuando silencio su propio sonido para desistir del amor que se acerca a la ausencia, al arrullo que bailan en nuestros cuerpos. Así quiero un corazón!