Para Isa, en
la ascensión de sus dudas y la fuerza de su bondad
Querida
amiga:
Nuestras hijas nacieron en la
primavera de la postmodernidad. No van a hacer listas de pendientes, ni se van
a escudar en los conceptos porque nos heredaron menos miedo a la vida.
Andan ocupadas en construir su
futuro. Las piezas del rompecabezas, los
silencios de los demás, las explicaciones ajustadas a lo que nos vendieron con
hambre de preocupación, las reciben con beneficio de inventario y no como una
cuenta final con dos columnas resaltadas en rojo, como buen egreso.
Caminan con la seguridad que palpita
en su hipotálamo, porque de la mano de seres sensibles, han copiado la mejor
parte de la canción.
Eso sí, nos han tenido para rodearlas
de una humanidad que prioriza el amor sobre la desidia y el insano poder del egoísmo.
Como nos han visto llorar y deponer
el dolor, si acaso tenemos que alternar con la celebración de lo que ocurre a
sus hermanos, tienen la capacidad de medir la bondad y evaluar la fuerza
curativa de la compasión.
Conectaron los vestigios de sus
primeras sensaciones, con una palabra mágica pronunciada a tiempo y con la
enseñanza maravillosa de una respiración pausada, con una carcajada cómplice,
cuando el más desalmado de los humanos pretendió arrebatarles la lógica formada
en el chacra equivocado.
Las cicatrices pueden importarles
menos. Son recias y críticas, más no
esclavas sumisas de intromisiones ajenas.
Armonizan nuestras marcas, porque se
las mostramos sin culpas. Fueron capaces
de devolverles la energía, incluso cuando el ciclo de la felicidad parecía fenecer
en equivocadas elecciones.
Tienen en sus párpados el secreto de la resurrección, marcado
con rótulos de un único significado: Laura.
Están lejos de caer en las trampas
que quieres evitarles, Isabel.
Nos vieron en blanco y negro;
desnudas; con maquillaje y sin color, a la madrugada; superiores en el universo
de los tacones, y también atadas al centro de la tierra con la fuerza de los
pies descalzos. Se transformaron a
nuestro lado porque vieron el rostro de la tristeza, mientras jugaron en medio
de la magia creativa de la feminidad.
Su voluptuosidad es mental; en la
transparencia está la única opción; y la lealtad es el gen natural que las
cobija. La evidencia de su carácter
socrático permea sus luminosas sonrisas de cíclicos asombros. La piel de los ojos es en ellas una marca de
afecto que las hace exclusivas.
Por llamarse Laura, llevan consigo el privilegio de la
Victoria.
No te preocupes, querida amiga…antes
de que nosotras marcáramos el siguiente mensaje virtual, ellas ya soñaron con
tomar fotografías y cantar para creaciones eternas como las de Jade Beall, en
las que su cuerpo, es solo la marca pública de la verdadera esencia.
VER EL VIDEO...
http://www.upsocl.com/inspiracion/una-fotografia-encendio-la-chispa-para-que-muchas-madres-nos-muestren-como-se-ve-su-cuerpo-despues-de-tener-hijos/
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