Para todas las cómplices de esta categoría universal...
Aunque vivíamos en un barrio con
nombre de árbol gigante, las flores preferidas del antejardín, fueron los
novios. Nunca pasaron desapercibidas por
sus notables colores, pero además por esa conexión terrenal que les impedía
hablar con la abuela.
En su cabeza de jefe de un cielo sin
límite, todos los días recibían calor y vitalidad; consumían sus expectativas;
rodeaban sueños; superaban las tristezas del día; respaldaban sus locuras y silenciosamente,
admitían ser cómplices de la libertad que promulgó su corazón para la extensión
de su legado aquí en la tierra, bajo ese Arrayán de barrio de niños ruidosos.
Respiraban sus principios de vida, su
inteligencia para retar lo condenado al olvido, la mágica percepción de fe que
revoloteaba en señal de futuro.
Como buena madre y abuela, negociaba sus
tristezas con esas plantas diminutas. Los
cambiaba por entusiasmos y halos de vida que le permitieran superar la
indiferencia y la locura del resto del mundo.
Aprendió con los novios rojos a ser
más solidaria; a respirar antes del abandono; a suplir con suficiencia los
silencios que bloquearon el camino y a nadar en medio de lo que parecía ganar
la batalla.
Nos explicó al resto de quienes la
conocimos, que las mamás saben identificar la caída, el florecimiento, el punto
en el que todo se marchita, la complicidad, la fuerza interior, la tierra que
no puede abonarse, la temperatura que aniquila…el aire en el que se funda la
libertad.
En la raíz de la conciencia de la
abuela que hablaba con los novios rojos, está la marca de una generación que
hoy nos hace seres maravillosos. Dejó en
Manuelita la resiliencia; en Claudia la disciplina; en Ofelia, la nobleza del
desprendimiento; en Judith, la desbordante inteligencia de los seres supremos;
en las Adrianas… el aliento de la respiración que puede pausarse antes de la
próxima respuesta.
Dejó en todas las amigas y madres, un
espacio en el arrayán de la libertad, para que con esperanza, colguemos todos
los días las palabras de papeles de colores que le dan sentido a la Humanidad.
En casa, hoy, tengo un novio rojo que
tiene la contraseña para no marchitarse…y dos cielos con sol de venados,
interminables, astutamente compatibles con mi herencia y retadores de una vida
que nos llevará tan lejos como nos proponemos en la mirada eterna de cada
amanecer.
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