Jugaré a armar una cartulina en la
que pueda rayar mis ilusiones sin miedo a la censura.
Aventurarme a la locura, con la
avidez nocturna de las palabras que espero suenen locamente cuando pueda
contagiarte de noches afanosas, con ojos amarillos bajo una chimenea.
Podré pintar un sombrero y abrigo que
no desentonen con tus misterios y sumar a los bolsillos, el discreto encanto de
tus ondas mentales.
En la espera de un baile privado, de
una última fuga de dolor, de una certeza que pueda compartirse del lado
femenino, le daré color a los blancos anuncios que quieres esconderme y el
regalo moldeará tus gruñidos para ahogarse en la mística copa que evapora el
agua de la paciencia.
Borraré, editaré, recortaré los
miedos de siempre y probarás la escarcha salmón de las rosas que te acompañan a
distancia cada noche.
Encenderé la parafina, hasta que se
derrita y guardaré a mi medida la caja sonora que resistirá los movimientos, sólo
en señal de espera, sólo para que un día al fin preguntes lo que yo sentía.