miércoles, 21 de mayo de 2014

La llanura de la edad sincera


Para ellos, que abrieron antes la puerta del cielo

Es justo el aliento caliente de la madrugada lo que nos permite sobrevivir a los desalmados ataques de la indiferencia, para darnos la somera respuesta que deben asumir dos personas marcadas con el mismo inicio y arrojadas al vacío con diferente predicado.

Es el peso de los años que nos conduce a contemplar con calma la desidia; a negociar con sus violentos desmanes, la visión de vida y de muerte que heredamos por afecto social.

La respuesta viaja con nosotros.  Es la certeza de las equivocaciones, y a la vez, el hilo que nos arrebata el vibrante desafío del deber ser, alejándonos de las sombras oscuras del egoísmo, impuestas como si no tuviéramos derecho a elegir con el pálpito de la belleza.

Están equivocados y tenemos que hacerlo público.  Naufragaron en sus desdichas y aun no saben que el poder ensordecedor de la verdad indaga para el futuro, las respuestas de la sabiduría.

Ella está para quitarte el velo y conjurar el absurdo en el encuentro vital de las 31 almas que se reconocen en el nivel omnipresente que cuestiona estos minutos, porque hace mucho tiempo habitaron la misma invención indiscreta. 

Te habla para quitarte la máscara de dolor que quieren imponerte en la hoguera de los poderosos.

La luz de los ausentes corre como tu rutina.  Te obliga a habitar el nuevo mundo, más allá de la muerte y mucho más cerca de la solidaridad que reclamas y que pueden conocer las almas puras.


Es cierto, tenemos la receta.  La llevábamos en un bus, de regreso al naufragio de los cuerpos.  Ella ascendió porque les quitó el dolor del futuro y los acompañó al repentino viaje de la felicidad.

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