martes, 6 de mayo de 2014

Escribe Loba Lunera...


Una amante de las noches, que se animó a enviarnos su sentir, porque sabe que solo puede descifrarlo el aullido de sus seres de cuatro patas…


Se despide por última vez con lágrimas en los ojos y cuando da la vuelta se le ven rodar por las mejillas frente a la mirada atónita de pasajeros y operadores aeronáuticos... ellos no saben, nadie sabe ni puede estar cerca de comprender su sentir, su ausencia manifestada en un vacío ubicado justo en el pecho sobre su plexo solar.

No pueden comprender porque ni ella comprende que esta certeza del bienestar de su amiga cómplice y compañera, esté bañada por un aire de añoranza, de nostalgia, de soledad.

No pueden descifrar la mirada de quien ve volar a esa parte de su vida tras sus sueños, que imprimen esperanza y anhelo a cada amanecer.

La razón no puede responder porque el sentir es intransferible, es individual y ella ve pasar en un destello todos los momentos compartidos desde siempre, el aprendizaje, los caminos, la risas, los llantos, las confidencias, los aquelarres de terapias necesariamente correspondidas.

Las imágenes pasan y la certeza del sentimiento se instala en lo más profundo del alma, es amor... no puede ser algo diferente. Es un amor que sabe que permanecerá inmutable sobre el tiempo, sobre las horas de vuelo que nos obligan a una distancia física, sobre todo.  Seguirá ahí permanente y tranquilo en espera del próximo abrazo.

Su vuelo se retrasa una hora y mientras camina por la sala de espera, espera, con ausencia total de entusiasmo alguno. Sonríe. Sabe, con la seguridad que no se sabe casi nada, que volverán a verse y  siente gratitud con la vida por haberle permitido, dieciséis años atrás, el vínculo que desde entonces ha hecho que cada una sea refugio para la otra.

El líquido transparente ya no rueda sobre su rostro, no porque las reservas de su saco lagrimal se hayan agotado, no; ahora el llanto se transmuta a una tristecita devastadora que solo irá desdibujándose con cada despertar en el silencio de su paraíso, cuando cada mañana el aullido hambriento de sus amores de cuatro patas la robe del sueño profundo para recordarle su cotidiana realidad.



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