domingo, 4 de enero de 2015

Brindis para tres

brindis-navidad

Estoy segura de que tus ojos frente a mí, vendrían a decirme que necesariamente tuvimos que conocernos para aprender a sobrevivir.

Retomar la historia y replicarla a quienes osadamente nos hablaban, en aquella época, del futuro.

Lo hicimos una vez.  Nos ocupamos insospechadamente de los caprichos y volteamos la página en silencio, como entendiendo que el destino teje su telaraña sobre nuestros egoísmos.

Dejamos de lado la ruta alterna, porque era más fuerte la realidad que nos esperaba.

No sabíamos que tenía que ver con la felicidad.  La que hoy tú resuelves en compañía. La que yo armo a punta de expectativas, de regaños, de condenas, y también de esperanzas y olvidos momentáneos del silencio y la felicidad.

Estoy segura de que tus ojos, y los de Adriana, junto a los míos, podrían girar y gritar en torno a una alegre conversación sobre la vida.

Sobre las veces en las que preferimos ser racionales antes que sensibles; en las que herimos sin tener intenciones aparentes; en las que aprendimos cuando llegaron los mensajes que desciframos, minutos después, en la tragedia de la soledad.

Podríamos los tres, sin miedo alguno, hablar con la libertad del afecto de quien se reconoce sincero y respetuoso, libre de las pequeñas sensaciones que alguna vez ocuparon su agenda.

Y entendería yo, como he venido profesando, que la vida vale la pena con mujeres valientes, capaces de llorar por sus sueños; defensoras de segundas oportunidades y extremadamente hábiles para enamorar con el perdón.

Estaría perfectamente cómoda con una mujer amiga que lleva mi mismo nombre.

La mujer que pudo salvarte de los rigores del abandono; inteligente y con la dulce paciencia para esperar tus dudas y valorar el corazón de quien acepta nuevas oportunidades.


Habría una mesa para tres. Y el brindis sería por una pareja admirable, que nos invita a defender el deseo de cuidar a los nuestros.  Los nuestros…los verdaderamente importantes.

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