El último día del año es un camino obligado de regreso para
todas las lloronas. Un tiempo de balances impuestos, de indicadores
automáticos, de recorridos por rutas en las que muchas veces no salimos bien
libradas.
Acaso alguien se preocupó verdaderamente por escuchar
nuestras ocurrencias, cuando miramos entre la hendija del pasado y explicamos
por qué soñamos recurrentemente con esa habitación de la cual no podíamos
salir?
Estos días, de listados y promesas, en los que soportamos
estoicamente el resultado de esas lágrimas que un día nos permitieron sanar,
solo tienen un mensaje para todas ustedes, mis amigas lloronas:
Si fuimos felices o no; si vagamos por la incredulidad; si
de pronto nos sentimos malas madres; mujeres aturdidas y sin rumbo; arrastradas
por nuestro ego; exigentes e implacables con nosotras mismas; vulneradas por el
silencio; dudosas del presente y del día siguiente; mujeres que cambiaron
absurdamente el destino de las horas y prolongaron sus desvanecimientos. Si fuimos felices o no, podemos nacer uso
racional de todo lo que nos costó vivir y atraer 2015 nuevas razones en qué
creer.
Sentir que estamos vivas; que arrasamos la luz de nuestro
espíritu para cuidarlo amorosamente; que buscamos con carácter percibir lo
insólito; tener más experiencias y dejar de ser frágiles por los conceptos de
los demás.
Para que nada nos distraiga, ni las lágrimas. Para dejar de llorar y hacer una pausa que
sea vital en nuestras artes, sueños, esperanzas, bondades y honores, para armar
nuestra única línea de tiempo, sin aterrarnos por el resultado, visibilizando
la ingenuidad, la claridad y la recuperación de la conciencia.
Les deseo 2015 nuevas razones para ser felices, sin
fragmentaciones, sin engaños, con relatos que combinen nuestros verdaderos
deseos. 2015 motivos de sobra para
restaurar nuestro sentido gregario y de humanidad, de encuentro, de perspicacia
y deseo a la hora de conocer, de ir y volver, de quedarnos o huir, si así lo deseamos.
Hagamos el balance con menos culpas y más habilidades para
adaptarnos a nuestros ciclos; para actuar con coraje y sin fatigas, para
recuperar nuestro sendero y saber, instintivamente, cuándo tenemos que dejar de
llorar.
Correr por la ruta que nos lleve a la felicidad, a un final
del tiempo en el que seamos tejedoras de libertades.
Que atrás queden las mujeres inseguras, peligrosas y
reprimidas.
Este tiempo nos trae nuevas sensaciones de libertad,
creatividad, de recuperación de la fuerza de vital para entender que no estuvo mal
ser frágiles, confusas, apáticas, volubles o dubitativas.
Teníamos derecho, y en el nuevo año, preferimos seguir
adelante, decidir y sentirnos vivas, imponiéndonos solo el ritmo de nuestros
propios límites.
Feliz año a todas las lloronas de abril.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario