jueves, 31 de julio de 2014

El color de la plenitud


"El que no tenga Dios, que tenga supersticiones...mientras haya flores amarillas nada malo puede ocurrirme. Para estar seguro necesito tener flores amarillas".  GGM*


Me subiré una vez más a tu carro, atando mis manos para no provocarte sobresaltos.

Callaré los míos para dar una tregua habitable por una mujer más sensata.  

La que espera la luz, inconscientemente; la que ruega un día caluroso, con cierre de los cigarrillos que guardas en la cajita de metal que un día espero desocupar a punta de carcajadas que reemplacen los vicios, las ansiedades, que pasen a la media luna escondida en algún rincón del escritorio público.

Cuando te vea de nuevo seré menos mesurada.  Te besaré cuando la necesidad se me venga a la piel, y no guardaré palabras.  Las justificaciones vendrán así, como en letreros que leerás sin resquebrajar tu pausada madurez.

Me subiré una vez más al carro, atando mis recuerdos a la condición futura que teje para mis bondades una reputación menos caprichosa, pero más explosiva, aventurera, gigante, desmedida, incorregible, incontrolada.

Cuando las dueñas del psicoanálisis digan que nunca me he enamorado, yo solo responderé que probablemente haré justicia con tu imaginario de carnaval, contando la verdadera historia de la manilla que marqué y pedí para ti, como si fueras el único ser disponible para encajar en mis debilidades, en el color de la plenitud.

* Foto: Laura Castaño Giraldo.


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