Nos escribes solo para respirar en la pausa de una culpa que
no te pertenece. Abandónala. Ya superaste las ausencias y las mareas del
destino. Ahora tienes la suerte de tener tus propias respuestas y curar el moretón de esa dualidad.
Estoy herida. Olvidé en
una noche de eterno calor, lo
visionaria, innovadora, inspiradora,
inteligente y sabía que puedo llegar a ser.
El aroma a culpa desvaneció innumerables sueños. El torbellino de la decepción rondó mi
territorio. Solo clamó el deseo de
guardar un sentimiento impotente ante la frialdad y la mirada de un ser
totalmente extraño.
Mi único deseo fue abandonar el karma que me atormentó y
alivió los dolores de mis crías, esos
que la medicina aún no logra entender.
Mi gran apuro: ver el amanecer para que afloren nuevos pensamientos
y esfuerzos…continuar con esa fuerza salvaje que ningún particular debió
atravesar.
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