Nos escribe una loba en vía de extinción, capaz de camuflarse con ritmos artificiales...en lo que concierne a sus fatigas...a sus corajes.
Me invade en momentos donde la debilidad aflora y en segundos
me quita la gallardía que me impongo, como resultado de malas experiencias.
Concentro gran parte de mí en la necesidad de levantar un
muro de contención que me blinde del sufrimiento y el dolor, pero más tardo en
hacerlo, que en sorprenderme con la aparición de un episodio demoledor de fortalezas
fallidas, de nuevas ilusiones y esperanzas.
Entiendo e interiorizo que puedo levantarme para retornar
y seguir luchando. Me dejo quebrantar
por esa sensación que me hace flaquear por una simple demostración de afecto. Tal vez el trasfondo está en la necesidad de sentirme cobijada, protegida, amada, deseada,
admirada, en la categoría universal que todas demandamos.
Palpita un retroceso emocional, cuando el punto de
equilibrio que construyo con esfuerzo y exceso de certezas, tropieza con un accidente
despiadado e inmisericorde que derrumba en segundos los últimos milímetros de
sensatez que interpuse para el blindaje
de nuestro más preciado tesoro.
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