Soñé que eras una criatura disfrazada
de humildad, cuando en realidad eras el anzuelo.
Llevabas en la mano un cartel que
mostraba tus falsas cicatrices y disfrazaba tu esponjosa humildad.
Aprendiste a moverte en tu otro yo,
en la trampa de una miseria que hace rato superé.
No te quedaba bien perder, ni a mi
hurgar para descubrir mis habilidades olfativas.
Era crónico tu dolor nocturno. Aún sin oponerte ya eras mi cómplice
sentenciado.
Tras la brutalidad de estas cuatro
líneas murió el latido de la venganza.
En realidad, sólo fue un intercambio
de pobrezas.
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