Para una loba que se aleja de las culpas
En la noche la arropaban los miedos de la maternidad y la
prisa de una vida en la que solo deseó aventura.
En el día luminosas carcajadas acompañaban sus rutinas, como
válvula de escape a un vaivén de teorías que fue desbaratando con el paso de
las ausencias de su hombre.
Puede ser tarde para sus arrepentimientos; quizá están en
primera línea de fuga sus verdades.
Es probable que la fortuna no tenga 24 horas posteriores
para que evalúe los sueños y le gane a la taquicardia de sus sincronizados
reconocimientos.
Por un día, será protagonista de un invento propio, buscado
en el penúltimo movimiento de su corazón de adolescente y se abrirá en el
abrigo profundo de un abrazo acalorado, previo a los vientos de agosto.
La acompañará esa sonrisa retadora de las ganas de
aplazamientos del adiós; el beso novedoso en la mañana; el reconocimiento de
nuevas muertes y las ganas de encalambrar los golpes de los abrazos que se
demoraron el tiempo preciso para que ella pensara en su propia vida.
Será feliz. Y luego
querrá más. Y lo tendrá, porque lo merece.
Lo todo tendrá porque todo lo merece....
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