jueves, 19 de junio de 2014

El beso de la mañana



Para una loba que se aleja de las culpas

En la noche la arropaban los miedos de la maternidad y la prisa de una vida en la que solo deseó aventura.

En el día luminosas carcajadas acompañaban sus rutinas, como válvula de escape a un vaivén de teorías que fue desbaratando con el paso de las ausencias de su hombre.

Puede ser tarde para sus arrepentimientos; quizá están en primera línea de fuga sus verdades.

Es probable que la fortuna no tenga 24 horas posteriores para que evalúe los sueños y le gane a la taquicardia de sus sincronizados reconocimientos.

Por un día, será protagonista de un invento propio, buscado en el penúltimo movimiento de su corazón de adolescente y se abrirá en el abrigo profundo de un abrazo acalorado, previo a los vientos de agosto.

La acompañará esa sonrisa retadora de las ganas de aplazamientos del adiós; el beso novedoso en la mañana; el reconocimiento de nuevas muertes y las ganas de encalambrar los golpes de los abrazos que se demoraron el tiempo preciso para que ella pensara en su propia vida.


Será feliz.  Y luego querrá más. Y lo tendrá, porque lo merece.

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