martes, 16 de septiembre de 2014

El espejo del amor



Hemos peleado tanto y tanto, sin comprender que con un detalle más podemos hacer la diferencia, si dejamos la vaga idea de aferrarnos tercamente al olor del futuro, a las categorías en las que los demás nos quieren ubicar.

Reconfortante que palpite en el pecho, la idea propia e inagotable que argumenta los sentires.  Lo inimaginable, retador a muchos metros de los delirios, imprescriptible, pero al fin y al cabo, nuestro, contundente, exprimible solo para los adentros.

Palpita en las mujeres para legitimarnos en convivencia, sin paradigmas, sin prejuicios, con la expectativa de la relación que se tiene únicamente en la amnesia femenina.  La compartimos con mujeres capaces de leer las señales, de escucharnos horas enteras de monotemas y ecuaciones sin equilibrio.

Nos vamos volviendo amorosas, en la presencia del otro, sin tener que disculparnos, en  la compresión del respeto a nuestras prioridades, en la superación de un mundo real de competencias y falsedades, con argumentos de tarde que nos reflejan en el escenario del amor.

Nos damos sermones cuando nos vemos en ese espejo de círculos privados. Imaginamos que avanzamos en un único camino, refrendando la idea de hallarnos bellamente ruidosas, preocupadas por el color del esmalte, pero también por la idea que se nos presenta cuando nos vemos en el espejo del amor.


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