miércoles, 24 de septiembre de 2014

El miedo de caminar atrás



Avanza sin ella. Corre hacia adelante, con un poco de prisa, sin saber que ya la acompaña la sombra de otro caminante, seducido por la forma en cómo le narra el mundo, atrapado por la manera en la que le va alineando ese lado humano que ha tenido que anular.

Camina despacio junto a ella, analizando cada uno de sus movimientos, sin entender cómo ha podido soportar ese silencio durante todos estos años. 

Por el contrario, él quisiera llenarla de detalles que suplan la  ausencia eterna que va y viene entre sus pensamientos.

Lo anima la idea de levantarse en la mañana y explorarla, de descifrar los enigmas que lo cautivaron lejos de su realidad, lejos de una cálida zona de confort que eliminó sus miedos y le censuró algunas palabras, desde hace muchos años.

Ella, tan segura y metódica, tan fuerte para defender un amor para el que no acepta cuestionamientos, camina atrás, autorizando una estela de insatisfacciones que ha ido justificándole.  Él, camina a su lado como una nueva sombra, y la escucha, a veces sin entender los pensamientos que se le atraviesan.

Quizá también tiene miedo de abrir una puerta que corra por los sentidos de la memoria, que le devuelva la idea de no tener miedo a nada, ni siquiera a la soledad o a la  muerte.

Con la grata costumbre de los elogios en la mañana y en la noche, Mariana dudó sobre la idea de tener un hombre frio y distante, que piense si está bien que lo amen o no.

Descubrió que quiere cercanía, aliento, ánimo, continuidad, frescura, vibraciones, encuentros, ganas de nuevos atardeceres.

 Y aún, en compañía del nuevo caminante, duda.  Duda de una condición que le desbarate la vaga idea de felicidad que el mundo armó para ella.  Esperemos entonces cuál será el siguiente paso que den los tres.

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