miércoles, 13 de agosto de 2014

El espejo del amor



Hemos peleado tanto y tanto, sin comprender que con un detalle más podemos hacer la diferencia, si dejamos la vaga idea de aferrarnos tercamente al olor del futuro, a las categorías en las que los demás nos quieren ubicar.

Reconfortante que palpite en el pecho, la idea propia e inagotable que argumenta tus sentires.  Lo inenajenable, retador a muchos metros de los delirios de los demás, imprescriptible, pero tuyo, contundente, exprimible solo para los adentros.

Palpita, como dice Maturana, para legitimarte en convivencia, sin paradigmas, sin prejuicios, con la expectativa de la relación que tienes únicamente con amnesia femenina, y que compartes con las mujeres capaces de leer las señales de tus ojos, mientras te escuchan horas enteras de monotemas o ecuación sin equilibrio.

Nos vamos volviendo amorosas, en la presencia del otro, sin tener que disculparnos, en  la compresión del respeto a nuestras prioridades, en la superación de un mundo real de competencias y falsedades, con argumentos de tarde que te reflejan en el espejo del amor.


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