miércoles, 20 de agosto de 2014

Carta a Eliane Brum




Estimada Eliana:

Tu texto de hoy me rescata de lágrimas absurdas y me conecta con tu inmortalidad. 

Quizá vamos en la misma carrera.  También cuento los vivos y los invoco, sin embargo ellos están más apresurados y no piensan en la condena del olvido, como yo.

Me asusta el ritmo lento de vida y en mi carrera de querer controlarlo todo, me levanto con el afán de que me conozcan, para que no me dejen morir brutalmente como al mundo; para que mis pretensiones no se queden en la mitad del camino y puedan permear algunas de sus intermitencias, de sus velocidades, aunque conozco de antemano sus respuestas.

Hoy me acompaña la incómoda necesidad del soplo que adivinas sobre los huesos. Me ocurre en la mañana y también me asusta.  Se refleja en la responsabilidad enorme de derrotar tus insatisfacciones solo por el hecho de que los hijos nada deben intuir de las cargas, las penas, los sueños rotos, el fango de la realidad. 

Nos enseñaron, como mamás, que nuestro mundo debe morir siempre, antes que el de ellos; que el guión debe ser perfectamente redondo, sin lugar a las fugas, y que es nuestra misión inyectarles una dosis de pasión explicativa de las verdades amenazantes sobre las que no podemos tener miedo y de las cuales no podemos escapar.

Pero un día, cuando no hay muerte a la vuelta de la esquina, o al menos eso creemos, aparece el repentino bajón energético, sobre el mismo cielo que nos cobija.  Quién sabe acaso que morimos poco a poco, en diminutas precisiones femeninas, en irremediables locuras que traen las ganas de tener un mejor mañana?

Descubrimos un drama minúsculo, pero en la intención de alcanzar la promesa de nuestros sueños, revaluamos la lógica y sepultamos la tristeza.  Logramos rebasarla conectándonos con mujeres como tú, que piensan lo mismo, a lo mejor tras un abandono de esos proféticos en el que se corre el riesgo de apagar la felicidad.

Cuando has sido feliz con tus gigantes, no hay quien abra más agujero en tus paisajes.  Tú lo recuerdas hoy, para que no siga pensando que es una tragedia. Con ellos sigues frecuentando tus lugares íntimos, tus significados de época tus momentos trascendentales, tus infinitos.

Luego de leerte pienso en cuál es la diferencia de que estén vivos o muertos, como MI Gabo, inmortalizado en mi muñeca derecha, para marcar su adiós y su inmortalidad en MI historia de vida.  Qué hay si ya se fue pero quedó pegado a mis órganos, después de desestabilizarme porque fui testigo de momentos de placer que construimos para los dos.

Y no importa si como mujeres, los armamos solas. Estuvieron junto a nuestro propio olvido, y desayunaron con nosotras el domingo y simplemente lo fueron todo y no fueron nada porque era mejor que fueran grandes en nuestras biografías privadas.

No se sabían nuestros pero lo eran.  Es la mejor enseñanza que me dejas con tu aparición virtual, querida Eliana, en un día extraño, de muertes silenciosas.  

PD: me dejas compartir con las lloronas, tu texto?.  Gracias!!!





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