viernes, 15 de agosto de 2014

Doctrina de probabilidades



Hoy se desmayaron todas, en sus escenarios privados, para no desentonar con la festividad del día soleado que apareció de repente, horas atrás.

La luna durmió con ellas.  Todas tan lejos de la dosis sanadora de palabras, de reflexiones insensatas y juicios revaluados públicamente, de ideas que se justificaron y se perdonaron entre sí.

Todas, perseguidas por la pena que esconden por herencia.  Todas, ancladas a sus destinos por la necesidad de superar lo impensable.

Del otro lado, el correr de un tiempo que catalogaron egoísta, injusto, provocador, ausente.

Se ahogaron en esa suma conjunta.  Su espacio muestral hizo intersección a la solución de sus problemas. Invocaron ese deseo absurdo de amarrar por un único instante el anhelo de convertirse en dueñas de esas probabilidades, negadas para no llorar.

Necesitaron una valoración favorable del hallazgo femenino, que por  regla general, multiplicó sus débiles necesidades.

Se devolvieron en los elementos tecnológicos; miraron la foto para rogarles una conexión; imaginaron que podían sacarlos del ritmo acelerado en el que, por descarte, a veces no quieren encajar.

Nunca, una pizca de recuerdos, de falta de placer; siempre, exceso de responsabilidades y reencuentros felices.  Jamás, la indescifrable ruta novedosa, suficiente para instalarse en un tiempo repentino que recordarán con devoción.

Una, en la ciudad costera de la nostalgia.

Dos más, a pocos grados centígrados del olvido.

Otra, en el encuentro novedoso de su pasado.

Muchas, en el primer paso extranjero construido para la esperanza.

Ellos, ejerciendo funciones que no ejercían; despertando de la anestesia; levantando las manos de la conciencia; conectados en la misma opción que los demás clausuraron por ridícula; untados de memorias subterráneas; analizando el grito interno de la vida; fumando en un espacio abierto para pensar en un teorema que no se resuelve; clamando peticiones para olvidar lo que les prohibieron de niños, a cambio de la promesa de encontrar el guión eterno de la libertad.

Hoy, todas en la ruta del encuentro consigo mismas, se levantaron de la cama y suspiraron para continuar.  Suspiraron, nada más, sin conocer la doctrina de las probabilidades de un suceso que, se niegan a saber, ya está condicionado por la felicidad.




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