viernes, 26 de diciembre de 2014

La esquina del adiós


esquina

¿Y qué tal si nos volvemos a encontrar en la misma esquina?

Volvería a sorprenderme por el frío de tu afán, tus músculos destapados expuestos a las bajas temperaturas, pero sobre todo, por esa espesa barba que me impedía descifrar lo que decías aceleradamente.

Los demás, tan concentrados en lo inmediato.  Digamos mejor, ocupados de la insignificancia.
Margarita, tu hermana, tan festiva como siempre, a pesar del afán de la temporada y el tránsito desaforado de gente.

Fue tan rápido todo, tan desconocido, que a lo mejor, si hubiéramos sabido de tu ausencia, la pausa habría sido la adecuada, la necesaria, la definitiva.

Ahora tenemos la certeza de que también en la esquina del adiós, los seres humanos nos dejamos sofocar por el paso exagerado del tiempo y cuando echamos un vistazo al lugar que habitamos es demasiado tarde para volver.

Cuando te desaparecieron, también yo albergué la insípida esperanza de un nuevo abrazo. Nutrí, como las mujeres de tu vida, esa sensación de esperar lo imposible en un país que cultiva la felicidad sobre el fango de la guerra.

Otra vez vi a tu Margarita, despachándose en sonrisas a pesar de todo su dolor.  La admiré por caminar sin descanso tras tus pistas, bombeando fe y optimismo en una tierra desconocida.

Sin mucho que hacer, en la distancia me solidaricé con tu fría soledad.  Sumé conjeturas y oraciones; leí de otros casos que anunciaron tragedias, y recreé varias veces nuestro paso fugaz por la esquina en la que nos conocimos.

Me pregunté una y mil veces, quién tiene el coraje de destruir el futuro y dormir una siesta, como si nada, armando un nuevo rompecabezas en el que solo se advierten lágrimas despiadadas, cortantes, insalvables, destructoras.

Entre tanto, se acabó la espera.  La esquina ya no sabe de nosotros.  No entiende que pasamos en un acto de inconciencia, abandonando múltiples posibilidades de encuentros, de verdad, de anuncios de felicidad.

Nos obligaron a reemplazar esa esquina por un espacio de cuatro paredes. 4 puntas en las que nos dieron a cambio de la tristeza una flor de alambre; tus músculos hecho polvo y la permanencia del recuerdo de tus respiraciones y tu energía vital.

4 puntas que guardan tus visiones de mundo. 4 mensajes para recordar que es hora de quemar el círculo irremediable del dolor, para que el giro de la muerte se convierta el color y vida.

Vuela, Kemel, a la esquina de tu libertad.  Por fortuna, aquí quedan las mujeres que te aman, reescribiendo la historia para incrustarla en tus nuevos ojos.

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