Si
me lo preguntas, claro que puedo esperarte. Tomarme sola el jugo de naranja y
entender los compromisos que tienes en la mañana.
Brindar
sin compañía por la satisfacción de alargar un poco más la estadía en la cama,
pensando en que algún día podrás reemplazar mi soledad.
Esperar
a que seas tú el que no tenga afanes, ni delirios. Ser tan comprensiva para
entender que debo acomodar el tiempo de las oportunidades, a tus tiempos, a
esos tiempos en los que probablemente no soy yo la que figura en primer lugar.
Me
he acostumbrado a ver las señales, a soñarlas y a disfrazarlas de
conveniencias. Esquiva, he aceptado tus excusas de medio día, las que planteas
como retrasos del trabajo, cuando realmente tienes pánico de que nos descubran.
He
tenido que dejar de pasar rabias.
Consumirme sola porque no puedo gritar a los demás que busco un cúmulo
de minutos de mujer caprichosa, y que realmente he detestado tus frágiles
posturas, que a la larga, resumen mi estado vulnerable y segundón.
Te
he visto planear viajes sin mí. Me he
quedado esperando a que un día de repente me sorprendas, y sea yo la que tenga
que decidir entre quedarme o marchar, siempre con la prioridad por marchar para
ser tu compañía.
Nunca
he entendido tus descordinadas palabras de afecto. No las digo yo, y creería que tampoco
necesitarías decirlas, si acaso solo quieres que pasemos un tiempo corto,
descomprimido, desconectado y sin después.
En
el fondo, tal vez todos probamos el mismo picante de la soledad. La diferencia es que yo lo lleno con pasiones
que me permiten desaprobarte. Añorarte
sin más pretensiones que las de conocer mi propio cuerpo. Odiarte temporalmente y vincularte sin
remedio a nuevos tiempos. Saber que vas
y vienes. Que por alguna exclusividad
que te gusta, aún no me dices adiós.
Lo
que no sabes es que el tiempo perfecto de la soledad, duerme y se levanta
conmigo como un aliado natural. Se
vuelve sólido sin ti, mientras yo dejo de preocuparme por una carrera social en
la que tengo que mostrar un trofeo. Ya
avancé con más placer que culpa y me
llené de verdaderos motivos para hacer de tu compañía una opción evaporada.
Si
me lo preguntas, claro que puedo responderte. Crees que te necesito, pero en el
tiempo de la soledad, YO MUJER, soy perfecta para mí. No te has dado cuenta que no hay brindis, ni
despertares, ni viajes por planear. Que soy la misma loca que te mira y aún no
te has dado cuenta de que no existes en mi tiempo cómplice y perfecto de la
soledad.
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