domingo, 30 de noviembre de 2014

Pintarse los labios


la foto 1

A veces pienso en cómo serían sus posturas si fuera mujer. Eso de que la historia la construye una acumulación de futuros no resueltos que esperan estallar, suena lógico y a la vez, tan femenino, que no parece usted estar de lado de quienes ostentan el poder.

El poder para volvernos invisibles, para añadirnos en una etiqueta que no da fe de nuestra fuerza creativa, para ocultarnos en una historia que se ha construido desde abajo.

Cómo pueden hablarnos de una construcción colectiva, si la espera está rezagada, si a veces parece una utopía.  Nos cuestan lágrimas y discusiones privadas, pero también solidaridades y expectativas por el siguiente sueño.  Nos cuesta el trabajo decidido por un nuevo orden.

Claro que usted tiene otra visión de mundo, porque trata de ser objetivo, cuando en realidad la autonomía tiene que ver con las motivaciones internas: las que quedan luego de la soledad, las que se cobijan cada mañana al calor de la compañía de los pequeños a quienes protegemos.

Esa historia, ese patrón universal heredado, filosofado, creado por la ciencia, se revalúa con las implicaciones del ser mujer.

Porque no importan las fechas, ni los días clásicos, ni las conmemoraciones.  La vida de las mujeres viene con conciencia propia, nos permite encontrar certidumbres, dar pequeños pasos por modestos que sean, controlables y seguros, como usted bien lo teoriza.

La historia que escribimos es otra, porque simplifica la condición humana y la acerca al corazón.
No necesitamos límites ni acumulación de futuros.  Estamos para celebrar el derecho a ser libres, a derrumbarnos y luego recomponernos, a transitar de nuevo los caminos, a preocuparnos y despreocuparnos, a disfrutar solas y en compañía, a pedir ayuda, a admitir que fracasamos, a negociar, a amar, a volver a empezar.

A llorar y secarnos las lágrimas, a suspirar y a replantearnos, incluso si hay dolores, que podemos ver hacia el futuro y escribir nuestras propias historias, incluso cuando los demás vaticinen que no hay después.

La lucha de la mujer es por vivificar su historia de vida personal, por pintarse los labios de rojo, como muestra de la esperanza y en rechazo a la historia oculta.

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