Olga Patricia Botero y Milena Agudelo
Entonces surgió otra intención que no
tenía propósito. Era momento de sentir y dejar los pensamientos insistentes, de
llevar ahí, lejos de mi realidad, las planeaciones del futuro, las de los
cuentos de hadas.
Elegí asumir ese nuevo momento, tan
interior, tan mío, invisible y reservado, acomodando su mirada, sus palabras,
sus caricias.
Solo quería encontrarlo y dejar atrás
el pasado, como debe ser. No podía
ganarme ese tonto orgullo infantil.
Estaba matando, sin querer, un amor
que tomó años en cultivarse, un amor que superó obstáculos y algunas
cicatrices, marcadas en él.
Me di cuenta de que éramos débiles el
uno sin el otro, que nos necesitábamos
para incubar vida.
Finalmente esa es nuestra naturaleza,
así a veces parezca absurda.
Me perdoné. Dejé que ese sueño perturbador de soledad
quedara a un lado y que el enemigo egoísta de la culpa se consumiera en los pensamientos
que matan la opción vital de amarte.
Qué más da entregar más, si ese es el
punto de partida de esta historia de amor casual, de amor real, una de esas
opciones creadoras de un todo que no mata ni la indiferencia, ni la distancia, ni
las burlas, ni las reconciliaciones del medio hombre.
Voy a intentarlo. Simplemente, serás más que aquel que en esos
años solía poner límites y parecer completo.
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